lunes, 31 de mayo de 2010

una semana tarde...



pero igual seguimos en el Bicentenario











tetera - escarapela



martes, 25 de mayo de 2010

Sí, otra vez




la bandeja





era necesario


viernes, 21 de mayo de 2010

Uno de Adriana Kogan


El corazón salvaje de las cosas

Negrura.

Separar la maleza de la obra.
Por fuerza mayor los eslabones de la gran cadena se reparten el trabajo.
Entre los pelos, enredado un solo pensamiento
pequeño y errado.

Una estrella sobrevuela a mi altura, la veo venir
como se ve venir una canción o una roca
o una línea musical, mental, sentimental
un fruto que pasa redondo y lo persigo con la fuerza que el trabajo que arde (cuando arde) me transmite:

¿un tigre?
¿pasto?
¿una forma pendiente?
¿un estruendo?
¿un sentimiento que avanza hacia los lados?

Sólo unas cuantas piedras para el corazón:
feroz es el ciervo que pasa dormido
rojiza es la sangre que lo recorre
pesada es la carga que cree sentir cuando lleva un pensamiento en su espalda.

Misterio, descreo
secreto, lo guarda
cadena, la lleva (solidaria)
oculta es la llama que está prendida, no siempre encendida, quemando el pelaje que le da forma, alimento y todo el aliento que necesite para agitar el lomo, respirar el fuego y soplar el calor.

Alguien diría que el corazón salvaje de las cosas, en su solo intento de pertenecer al mundo de los objetos naturales, irrigaría verdades tales como:

-“naturaleza muerta”
-“ver para creer”
-“pastos en los zapatos anuncian prosperidad”
-“sorpresa”
-“conciencia progresiva del progreso”
-“fin del mundo”
-“casos clínicos”
-“el gato se aísla para morir”
-“desmesura”
-“ovni”
-“la luna blanca, un observatorio de las cosas humanas”

Al tiempo que es el mensaje, lo transmite
un rumor, un rugir, un temblar
un cordón que, llevadero, parte hacia la selva espesa de la gran cadena natural
un ciervo que anuncia que no hay regreso porque los halcones se han devorado, una por una, las migas de pan
señales rojas como un fluido verdadero
trabajo que da energía y después la saca
un recorrido aparentemente circular, y sin embargo.

Armada hasta los dientes llego al peor lugar
el pelo en una trenza enmarañada
soy una madeja pensante
soy un animal distraído
soy una recién llegada al centro (que imagino) enérgico y punzante hacia un solo corazón que, por continuidad, me pertenece sólo a mí y a un ciervo que casi siempre me acompaña.



Las cosas, los patos, Zorra Poesía, Ediciones x10

sábado, 15 de mayo de 2010

Enrique Lihn





Porque escribí

Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.

Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.

Pero escribí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entre las manos
-¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria-.
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces.

De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.

La especie de locura con que vuela un anciano
detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudaran
de mi existencia real
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.

En su origen el río es una veta de agua
-allí, por un momento, siquiera, en esa altura-
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están braceándose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma
yo puedo reiterar la poesía.

Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos psicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.

Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.

Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.


Objeto: Marina Mariasch vino a casa a ver la vitrina y hacer una entrevista para su programa en canal á. me dejó esto que sacó de la cartera y me dijo que hace mucho que lo tenía ahí. pensó y pensé al instante que era muy "vitrinable". me dijo: podés poner un montón de poemas con este objeto, sobre la escritura, la tinta, algo violeta, lata, etc etc etc.

domingo, 2 de mayo de 2010

donde hubo fuego...




El miedo
de un encuentro
en los montes
de otoño

Shiki



En la senda del campo de otoño
alguien sigue mis pasos
y se me acerca


Buson


Recuerdo de los fuegos
en el bote vacío,
en el río apagado
de otoño


Shoha



El libro del haiku, Selección, traducción y estudio crítico: Alberto Silva