viernes, 25 de diciembre de 2009




Bueno, hasta el año que viene!
gracias!!!



jueves, 24 de diciembre de 2009





Historia de un arbolito de navidad

Que la dueña compró por cincuenta pesos el año pasado, guardó en un estante muy alto en el escritorio, y no lo hizo el 8 de diciembre porque estaba de vacaciones, que quedó guardado, que estaba lleno de polvo, que tenía un pesebre con María y José, el niño, una vaca, una oveja y un camello. Era de papel de post it, el pesebre más humilde del mundo.

El arbolito descansaba adentro de una caja de bombones, descansaba descansaba descansaba. Hasta que un día se despertó y dijo basta. Quiero salir de esta cárcel de papel.

Vamos, les dijo a sus guirnaldas, y las fue empujando. Y una a una a una fueron cayendo del estante al suelo.
El arbolito empujó a las guindas, a las hojas doradas, a los enanitos. Las lucecitas también cayeron y una se rompió.

La dueña se acercó al escritorio y escuchó golpecitos.
-¿Qué es esto? se asombró. Y por venir rápido a ver que caía una lluvia de flores, frutas y luces se patinó con unas guindas y se fue al suelo...

-¿Qué has hecho? le gritaron las lucecitas al árbol.
-La dueña se ha resbalado y está desmayada.

El árbol miraba todo desde muy alto. La pura verdad era que no se animaba a saltar.

-No está desmayada. Está dormida, dijo.
-Tengo una idea, dijo la hoja dorada. Vamos a soplar para que se despierte.

-Llamen al camello!

Pero el camello era de papel, y cuando soplaba, él mismo se volaba.

-Llamen a la oveja para que le haga cosquillas!

Y vino la oveja y lo intentó, pero como era de papel no podía hacer cosquillas.

-Llamen a la vaca para que le haga muuuuuu.

Y vino la vaca pero como era de papel no podía hacer muuuu.


-Llamen a María y a José, para que le digan algo al oído!

Y vinieron María y José, pero como estaban recién despiertos sólo tenían fuerza para bostezar.

-Baja ya de allí arbolito, dijeron las guindas.

_Ya voy, dijo él. Júntense para hacerme un colchón. Y tomando coraje se lanzó por el aire, con tanta mala suerte que cayó arriba de la cabeza de la chica.
Entonces la chica empezó a despertarse.

-¿Qué es todo esto? ¿Qué está pasando? preguntó.
El árbol había rodado por el suelo y se había quebrado una rama.
Estoy roto, y me duele el codo, se lamentaba.

Rápido, hagamos algo ya, dijo la oveja de papel.
La dueña se estaba despertando y veía todo con confusión.

Vengan para acá, súbanse arriba mío, dijo el árbol.
Lucecitas, enchúfense, guindas, salten
Una frutita saltó a una rama, y ayudó a las demás a trepar, y así fueron haciendo una cadena.

Esperen!
Dónde está la estrella?

!Oh, no! Siempre tan coqueta, la estrella se había quedado arriba maquillándose.

Estrellita, estrellita! Baja, que te estamos esperando!!

Pero la estrellita estaba furiosa
-Tanto tiempo dentro de la caja, ahora quiero arreglarme!
¿Dónde están mis brillos! me he opacado

-Baja de una vez, que la dueña se está despertando...

-No puedo, estoy juntando mis brillitos
-Vamos, baja ya de una vez!!!!!!! No tengas miedo!

-Eso sí que no! Allá voy.
Y saltó y cayó, sus cinco patitas daban vueltas por el aire

Allá vooooooooooooooooooy !!!

Y cayó justo en la cima del arbolito, y para que no quedara despeinado el penacho fue acomodando las ramitas y armó un nido donde se sentó, y arreglándose las pestañas se desperezó con sus cinco patitas. Tenía sueño después de haber dormido tanto tiempo. Más de un año hacía...

La dueña miró el árbol, brillante de lucecitas, frutitas y la estrella más brillante que nunca.
Lo miró y lo miró.

-Creo que le falta algo, dijo.

-¿Qué es lo que falta? se inquietaron las frutitas porque ellas podían hablar
sin que la chica los escuchara.
Una fruta le preguntó a la hoja
-Qué es lo que falta?
-Quizás falta un camello.
-No, el camello está.
-Quizás falta la vaca.
-No, la vaca está.
-Y el niño?
-No, el niño también está.
-¡No, no está!
-¿Cómo que no está?
-¡No está!!!
Dónde está el niño?
Dónde están los padres?
-Acá estamos dijeron María y José.
-Llamen a Jesús, Dios mío, este chico!, dijo el árbol.

Jesús se había quedado arriba del estante.
Entonces la chica agarró la escalera y fue a mirar en la caja de bombones. La abrió, y allí estaba, durmiendo el niño. Acá está...
Lo agarró y lo puso en el pesebre. Era el pesebre más simple del mundo, pero no podía faltar ninguna parte.



Inés Acevedo, Dic. 2009


sábado, 19 de diciembre de 2009

A las estrellas






Ni puras, ni lejanas, ni abordables
por una nave cósmica:
sólo estrellas,
como me es dado verlas.
Comparado con los poetas clásicos
y los astronautas
-grandes palabras y grandes viajes-
sé que es poco, bien poco.
Qué hacer en medio de tanta magnificencia
mirar con estos ojos míos
-miopes, cansados, casi ciegos-
sólo estrellas.



Virgilio Piñera, La isla en peso, Tusquets, 2000

jueves, 10 de diciembre de 2009






Ernest Hyde

Mi mente era un espejo:
veía lo que veía, sabía lo que sabía.
En la juventud mi mente fue no más que un espejo
en un coche que se desplazaba velozmente,
aferrando y perdiendo trozos del paisaje.
Después con el tiempo
grandes rayaduras fueron hechas en el espejo,
permitiendo que entrara el mundo exterior
y dejando que mi yo interior se asomase.
Porque éste es el nacimiento del alma en el dolor,
un nacimiento con ganancias y pérdidas.
La mente ve el mundo como cosa aparte,
y el alma hace del mundo una sóla cosa con ella misma.
Un espejo rayado no refleja imágenes;
y éste es el silencio de la sabiduría.


Edgar Lee Masters, Antología de Spoon River. Traducción Alberto Girri, Buenos Aires: Ediciones Librerías Fausto, 1979.



lunes, 7 de diciembre de 2009










sábado, 5 de diciembre de 2009





Las colillas consumidas

La verdad rebota en el patio
de un pe hache prestado:
un haz rectangular,
amarillo, encuadra plantas verdes
y tierra húmeda
en macetas oscuras, diciembre
veinticinco, tres de la tarde: ella

prepara el té, corta el zumbido de la heladera
con ruidos amables, claros: loza y loza
o el agua hervida que ahora completa
humeando una taza
y un aroma empieza a trepar en el vapor,
mezclándose,
a ver si comprendemos.


Damián Ríos, Como un zumbido. Buenos Aires: Gog y Magog, 2009

miércoles, 2 de diciembre de 2009

uno de Chu Chen Po



El templo rústico se esconde
entre los pinos. Las brumas de la tarde
se mueven alrededor de este refugio
de montaña. La primavera envejece.
Nadie pasa. Dorado, imperturbable,
polvo de polen cubre el camino.




The rustic temple is hidden
Amongst the trees. The mists of
evening drift round the mountain
Cabin.Spring grows old. No one
Comes by. Undisturbed the gold
dust of pine pollen covers the path.





Kenneth Rexroth, One hundred more poems from the chinese love and the turning year, New Directions.
Versión en castellano de Laura Wittner y Paz Levinson

domingo, 29 de noviembre de 2009





43

Los sapos surgen de la nada,
de la inexplorada nada,
que, sin tener nada,
echa sobre la tierra tantas cosas.
Pero, los sapos tienen toda la gracia,
su piel es fría, su piel es tibia,
los colores se mezclan inexorablemente,
van del gris, al verde, al azul, al negro,
a veces, hacia un celeste casi infinito,
o la espalda es anaranjada y moteada
como el curvo lomo de un hongo.
Tienen la lengua, larga como una víbora,
pero, se comen a los hijos de la mariposa
y a los huevos de la víbora.
A veces, un capullo amarillo
se les agarra de la espalda,
como una pequeña jazmina.
Viven bajo las hojas amparadoras
de los malvones y los paraguas,
por las calles donde las niñas
regresan de la escuela
bajo las siete lluvias del iris.
Cuando llamé vino uno solo,
todo gris,
plateado y bordado
como un mapa,
en la frente traía una patente,
un brillante,
éste venía con una perla,
cruzó la casa,
subió a la cama, saltó a la mesa,
escuchó las conversaciones de las tías y de las abuelas,
que, siempre, hablan al revés,
o cambiando una sílaba,
y vio otras cosas raras
que sólo sucedían en esta casa.
Pero, se fue,
desde nuestros ojos,
saltó otra vez, a la encantada lluvia,
que dibujaba cosas absurdas,
liebres y madonas en la pared.


Marosa di Giorgio, Los Papeles Salvajes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, pág. 201-202

miércoles, 25 de noviembre de 2009

y arriba de la vitrina...los sombreros











(Click sobre la imagen para ampliar)


Anna Ben Yûsuf, The Art of Millinery. El arte de la sombrerería, (1909).

domingo, 22 de noviembre de 2009





22 de enero- la suma de nuestros vacíos-

en febrero

quizás

en marzo

la mujer del capullo invisible

va a parir

un niño blanco

sin alas

sin ojos

sin pies.


27 de enero –anemofílica-

en el ramillete

de la milenrama

como en un harén

las minúsculas flores rosas

o blancas, somos

todas

inseminadas por el viento.


Guadalupe Muro, ¿con quién dormías? Editorial Huesos de Jibia, 2007.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Azúcar!






Nombrar / signar / cifrar: el designio inmaculado:

su blancura impoluta: su blanco secreto: su reverso blanco.

La página signada con el número de nadie:

el número o el nombre de cualquiera: (LA ANONIMIA

no nombrada).

El proyecto imposible: la compaginación de la blancura.

La lectura de unos signos diseminados en páginas dispersas.

(La Página en Blanco): La Escritura Anónima y Plural:

El Demonio de la Analogía: su dominio:

La lectura de un signo entre unos cisnes o a la inversa


El Cisne Troquelado (El Encuentro) de Juan Luis Martínez


domingo, 15 de noviembre de 2009


Pío y sus hermanos





El pollito Pío era el último de cinco hermanitos. Su mamá era una gallina bataraza de color blanco con pintitas negras. Tenía el pico de color anaranjado y una cresta roja como una frutilla.
Pío vivía con su mamá y sus hermanitos en el gallinero de la granja del señor Félix. En la granja había muchos animales: tres caballos, cuatro vacas, y cinco chanchos. Los caballos dormían en la caballeriza. Las vacas y los terneritos en el corral. Los chanchos en la porqueriza, y las gallinas en el gallinero. Las gallinas dormían en sus nidos con sus pollitos. El gallo dormía arriba del palo más alto, para cuidar que no entrara ninguna comadreja.

Un día, las hojas de los árboles se empezaron a caer, y llegó el invierno. Entonces el Pollito Pío tuvo frío, y quiso más lugar en el nido. Pollito Pío le dijo a su primer hermano:

-Pío, pío, tengo frío.

-Pío, pío, este nido es mío, le respondió él.

Entonces Pío cerró los ojos y empezó a imaginar que era verano, y hacía mucho calor, y había sol y los árboles estaban verdes, y se durmió y no tuvo frío.

Al despertarse, tuvo hambre. Entonces vio que su segundo hermano estaba comiendo maíz, y le dijo:

-Pío, Pío, tengo hambre.

-Pío, pío, este maíz es mío, le respondió su segundo hermano.

Entonces Pío empezó a caminar por el gallinero buscando maíces perdidos, y caminó y caminó hasta que encontró muchos maices chiquititos, y se los comió y ya no tuvo hambre.

Al día siguiente llegó Ana, la hija del señor Félix. Ana era una chica muy buena, usaba una trenza negra muy larga, y un delantal azul, y en la mano derecha tenía un anillo de oro con un brillante. Ana buscó los huevos y los guardó en el bolsillo de su delantal y dejó un plato de agua.

Entonces Pío tuvo sed. Se acercó al plato a tomar agua, pero allí estaba su tercer hermanito, que lo miró y dijo:

-Pío, pío, este plato es mío. Y se tomó todo el agua, y ya no quedó agua.

Pío, que era muy astuto tuvo una idea. Vio que del otro lado del cerco Ana estaba regando las plantas, entonces se puso a saltar, diciendo tengo sed, tengo sed. Saltó y saltó, y Ana lo vió y con la regadera echó una lluvia de agua cerca del gallinero y Pío tomó agua muy fresca y ya no tuvo sed.

A la tarde, Ana vino a ordenar el gallinero. Barrió con una escoba las cuatro esquinas, cambió la paja de los nidos y puso alimento en varios platos. Mientras limpiaba, sin que se diera cuenta, el anillo de oro se cayó al suelo. Pío lo vio, y fue corriendo a buscarlo, pero el cuarto hermano, que estaba muy cerca, lo agarró de la cola y le dijo:

-Pío, pío, este anillo es mío.

Pío, que era muy muy astuto, tuvo un plan. Bostezó y dijo que tenía sueño, y fue al nido a hacer como que dormía la siesta. Pero en realidad no estaba durmiendo, estaba miando con un solo ojo lo que hacía su hermano. Su hermano jugó un rato con el anillo, porque a lo pollitos les gustan mucho las cosas brillantes, y al rato se aburrió, y se durmió. Pío esperó un buen rato, hasta que todos los pollitos y gallinas se durmieron, y fue despacito y le sacó el anillo, y lo escondió entre las plumas de la panza.

Cuando se despertó, buscó el anillo y no lo encontró por ninguna parte. Se sentía un poco raro, y cuando sus hermanos y su madre lo vieron se sorprendieron mucho. Y el primer hermano le dijo:

-Pío, ¿qué te pasa?!! Estás brillante.

-Es porque tengo calor, le respondió Pío.

Y el segundo hermano le dijo:

-Estás de color dorado.

-Es porque comí mucho maíz, el respondió él.

Y el tercer hermano le dijo:

-Tu pancita está redonda.

-Es porque tomé mucha agua, le respondió.

Y el cuarto hermano, que estaba muy enojado le dijo:

-¿Dónde está el anillo? ¡Vos me lo sacaste!

-Yo no fui, respondió Pío, y levantó sus alitas para mostrar que no tenía nada.

Ese día era el cumpleaños de Ana. El señor Félix había invitado a toda la familia a festejar que ella cumplía nueve años.

Voy a necesitar mucha comida para toda la familia, pensó. Entonces mandó a Ana a buscar unos cuantos pollos. No importa que sean chiquitos, traelos igual, le dijo. Y algo más. No vayas a perder el anillo que te regalé. No papá, le respondió Ana, y se fue al gallinero muy triste, pensando que si su papá se enteraba de que había perdido el anillo se iba a enojar.

Por eso, lo primero que hizo Ana fue buscar su anillo en el gallinero, y buscó en una esquina, y buscó en otra, pero no lo encontraba. Pío vio que ella estaba muy triste. Entonces se acercó y empezó a saltar. Y saltó y saltó hasta que de su pancita empezó a salir un tintineo. Ana lo miró fijamente y empezó a escuchar. Clink, clink, clink, hacía la pancita de Pío. Clink, clink, clink. Tanto le llamó la atención a Ana que agarró a Pío de la pancita, y al hacerlo, la alita de Pío se abrió como una cajita y ahí apareció el anillo.

Ana se sintió muy contenta y continuó con su tarea. Sacó una bolsa de arpillera muy grande y metió adentro a los cuatro hermanitos de Pío. Pero a Pío lo dejó aparte, adentro del bolsillo de su delantal, y lo llevó a su cuarto.
Desde entonces Pío vive allá, en la repisa de Ana. Todos los días, cuando Ana va a trabajar al gallinero, se saca el anillo y Pío se queda cuidándolo hasta que ella vuelve.





Envío especial de Inés Acevedo para Inventario. Gracias!

miércoles, 11 de noviembre de 2009




(( y comentarios para Té ))

I

Baja la colina

despacio

cuidadoso.

El peso lo lentifica y las rodillas

le duelen,

pero baja

como siempre desde que tiene memoria.

Vende té.

Carga su bolsa sobre la espalda,

la sujeta con una cinta que sostiene en la frente

y de a ratos se ayuda con las manos,

como si llevara un chico a caballito.


Lo acompaña un perro

color negro y café,

que come cuando sobra en la casa

lo que hay en la casa

sino sale al bosque y atrapa algún animal.





V

Con la lluvia el hombre siente subir el aroma

que invade la casa.

Él no toma té, porque es su olor,

Es el color de sus manos.

Le duele la espalda del té

la frente se llena de gotas cuando baja la colina,

y también cuando sube después

con la bolsa vacía y algo de plata en los bolsillos.

Toda su ropa

es de té.


Texto: Melissa Bendersky

Selección de Té (( y comentarios para Té ))